El respeto de los ritmos de cada niño es fundamental para definir el acompañamiento, ya que viene marcado por el vínculo afectivo que generan con el acompañante.
Detrás de la puerta azul las personas adultas son acompañantes respetuosos, que miran más que intervienen, que dan muchos más abrazos de los que serían suficientes.
La persona acompañante contratada siempre ha acompañado estos procesos, pero la fortaleza de sentirse acompañada desde lo vivencial por quienes son compañeras y compañeros de viaje y han pasado por tu misma experiencia es uno de los pilares de esa construcción colectiva. Cuidar los procesos es cuidar a las niñas y niños que habitan el espacio.