Érase una vez



El Arenero nació en el año 2013, en Arganzuela, un distrito céntrico de Madrid. Seis familias que no tenían escuela pública en la que dejar a sus bebés unieron sus esfuerzos económicos y su saber para contratar al educador con el que iban a compartir el cuidado y educación de sus hijas e hijos.

Empezó en el salón de una casa, con mucho por aprender (al principio no sabían ni cómo afrontar el momento de la siesta), y en los años siguientes, El Arenero fue creciendo, evolucionando. Se alquiló un local, se unieron más familias.

 La autogestión implicaba que el modelo se iba mejorando mediante la reflexión sobre la práctica. Las familias fundadoras dejan el espacio de crianza y el proyecto continúa y sigue evolucionando.

 

Es una historia que cuenta cómo un grupo de familias nos enfrentamos a la crianza de nuestras hijas e hijos en una ciudad como Madrid. 

A lo largo de estos años, nos hemos dado cuenta de que es también la historia de otras muchas personas que viven en lugares parecidos y que se enfrentan a los mismos retos de manera colectiva. Personas que se rebelan a criar solas, que buscan pedagogías que entienden la relación niñas/niños – familia – escuela de una forma más amable e integral.

Personas que no obtienen plaza en las escuelas infantiles públicas y las privadas les resultan inaccesibles, pero sí cuentan con tiempo y dedicación. Personas que quieren construir y transformar con otras. Esta es una historia de personas, pequeñas y mayores, que se juntan para cuidar de manera colectiva.

 

Es una historia que se ha transformado en un relato, que nos ha permitido confirmar lo que intuíamos: no solo necesitamos comer, dormir, un techo y abrigo para tener una vida que merezca ser vivida. Necesitamos también seguridad y afecto, participar y crear, pertenecer y tener una identidad, necesitamos disfrutar, necesitamos libertad… Y no encontramos otra manera de poder satisfacer estas necesidades si no es en la relación con las demás personas. Somos interdependientes, la vida de cada una de nosotras no es posible sin la interacción con el resto. Cuidar en comunidad es una manera de conseguir satisfacerlas.

Esta es, por tanto, la historia de un grupo de familias que consiguieron resolver las necesidades de cuidados para sus hijas e hijos de manera colectiva y que, al hacerlo, resolvieron también otras muchas necesidades.

Es una historia que contamos para que se sigan contando historias parecidas, historias que construyan, que transformen, que nos transmitan imágenes de un mundo posible más amable, más cercano, más humano.